Las lágrimas caían lentamente de mis ojos, impulsadas por una fuerza mayor que la propia gravedad. Ellas discurrían por su propio cauce en mi nariz, bajaban hasta mis mejillas dibujando nuestro primer saludo, nuestro primer tímido saludo en una tarde de abril, tus ojos hipnotizando a los míos, un –hola – quebrado por los múltiples latidos de mi corazón agitado, una historia recién comenzada. Seguían bajando como inspiradas por la emoción de un poeta hasta llegar a mis labios, entre las curvas de ellos dibujaban aquel primer beso, aquel primer beso con sabor a tabaco y miel, suave como el terciopelo. Las lagrimas cada vez con mas vida bajaban por la curva de mi mentón hasta llegar a mi cuello, ahí esbozaban tu intenso olor impregnado en cada capa de mi piel. Caían quemando mi piel por mis hombros, bajaban por mis brazos hasta llegar a mis manos trazando la textura de tu piel, de tu pelo y de tu barba, escurrían por mis dedos cayendo en mi cintura y en mi vientre, en el dibujaban las mariposas que sentía cuando tu voz viajaba en ondas a mis oídos. Las lágrimas tristes caían por mis piernas con la melancolía con la que se recuerda el pasado, trataban de afirmarse de los poros de mi piel pero su cauce estaba marcado en mi piel como una vida escrita por las manos del destino, caían por mis rodillas, cada vez con más velocidad llegaban a mis pies, se posaban escondidas entre mis dedos como queriendo huir de un adiós premeditado, de un beso con sabor a nunca mas, de una mirada con color a muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario